Extraído por Lola del blog 'carnet de paro' de Cive Pérez
http://controladoresareosyotrashierbas.blogspot.com/2011/02/quiero-que-el-gobierno-me-ensene-lo.html
"Resulta cuando menos chocante que hoy, pese al gran desarrollo tecnológico, trabajemos muchas más horas que nuestros antepasados cazadores recolectores. En la sociedad actual, la jornada media de trabajo es de unas 1.840 horas al año. A lo que hay que sumar las horas empleadas en los desplazamientos hasta el lugar de trabajo.
Al estudiar la economía de los pueblos que viven todavía de la caza y la recolección tal como se hacía hace 20.000 años, el investigador Marshall Shalins, demostró que sólo trabaja una parte de la sociedad en tiempos breves y con baja intensidad, satisfacen siempre las necesidades del grupo social, en su estudio Edad de piedra, edad de la abundancia.
Una media de cuatro horas al día les basta para asegurar su subsistencia y la de los suyos. En su clásico estudio sobre los bosquimanos !Kung San del Kalahari, el canadiense Richard B. Lee señala que las mujeres encargadas de la recolección de alimentos dedican tan sólo poco más de doce horas semanales para reunir las fuentes calóricas necesarias para la subsistencia del grupo; los hombres, dedican unas 21 horas a la semana al suministro de carne. Otro investigador, R.Rappaport, ha calculado que los Tsembaga de Nueva Guinea, con un sistema productivo basado en una agricultura primitiva de tala y quema, dedican al trabajo algo más de siete horas semanales (1).
Sobre todo en economía política necesitamos contar con un nuevo paradigma que nos permita cambiar la lógica del sistema. El mundo no siempre ha funcionado bajo la lógica del modo de producción capitalista. Pues, de haber regido éste en la Edad de Piedra, al día siguiente de que uno de los genios paleolíticos inventara el hacha de sílex, nuestros dignos antepasados se habrían topado de bruces con el desempleo y la crisis del sistema de pensiones. El escenario, más o menos habría sido el siguiente:
Al estudiar la economía de los pueblos que viven todavía de la caza y la recolección tal como se hacía hace 20.000 años, el investigador Marshall Shalins, demostró que sólo trabaja una parte de la sociedad en tiempos breves y con baja intensidad, satisfacen siempre las necesidades del grupo social, en su estudio Edad de piedra, edad de la abundancia.
Una media de cuatro horas al día les basta para asegurar su subsistencia y la de los suyos. En su clásico estudio sobre los bosquimanos !Kung San del Kalahari, el canadiense Richard B. Lee señala que las mujeres encargadas de la recolección de alimentos dedican tan sólo poco más de doce horas semanales para reunir las fuentes calóricas necesarias para la subsistencia del grupo; los hombres, dedican unas 21 horas a la semana al suministro de carne. Otro investigador, R.Rappaport, ha calculado que los Tsembaga de Nueva Guinea, con un sistema productivo basado en una agricultura primitiva de tala y quema, dedican al trabajo algo más de siete horas semanales (1).
Sobre todo en economía política necesitamos contar con un nuevo paradigma que nos permita cambiar la lógica del sistema. El mundo no siempre ha funcionado bajo la lógica del modo de producción capitalista. Pues, de haber regido éste en la Edad de Piedra, al día siguiente de que uno de los genios paleolíticos inventara el hacha de sílex, nuestros dignos antepasados se habrían topado de bruces con el desempleo y la crisis del sistema de pensiones. El escenario, más o menos habría sido el siguiente:
Afortunadamente, a la vista de que las paredes de Altamira y Lascaux fueron decoradas con magníficas pinturas de bisontes, y no con aburridas tablas econométricas, podemos inferir que no había economistas entre la horda que habitó en ellas. Señal, por otra parte, de que nuestros tatarabuelos paleolíticos disponían de inteligencia suficiente para convertir el aumento de productividad en ganancia de ocio creativo, y no en cifras oficiales de desempleo. Una tendencia que, miles de años después, mantuvo la población humana del Neolítico, que ya contaba con una tecnología mucho más avanzada.
Del sílex utilizado en su más primaria forma de pedernal, hemos pasado a las tecnologías basadas en el chip de silicio. En principio, la desaparición de las cadenas que nos ligan al trabajo debería ser una excelente noticia para la humanidad, pues vendría a significar que la especie terráquea que comenzó tallando rudimentarios utensilios de piedra, que "inventó" luego la ominosa institución de la esclavitud, y que impulsó revoluciones para librarse de la opresión por el trabajo, habría conseguido, por fin, erradicar una de las principales causas del sufrimiento al que se vieron sometidas sus generaciones precedentes.
Escribo estas líneas cuando todavía me embargan las sensaciones producidas por reciente visita a dos cavidades: una, la Cueva de los Letreros, en Vélez Blanco, que conserva, pese a los expolios y barbarie, hermosas pinturas neolíticas; otra, la cueva de Fuentemolinos, en Puras de Villafranca, un río subterráneo que discurre por un cauce espectacular que alcanza dimensiones catedralicias, magnífica y profusamente decorado con bellas formaciones por Mamy Gaia. Este planeta es demasiado hermoso para perder lo mejor de nuestra breve existencia fabricando y consumiendo furgonetas.
Del sílex utilizado en su más primaria forma de pedernal, hemos pasado a las tecnologías basadas en el chip de silicio. En principio, la desaparición de las cadenas que nos ligan al trabajo debería ser una excelente noticia para la humanidad, pues vendría a significar que la especie terráquea que comenzó tallando rudimentarios utensilios de piedra, que "inventó" luego la ominosa institución de la esclavitud, y que impulsó revoluciones para librarse de la opresión por el trabajo, habría conseguido, por fin, erradicar una de las principales causas del sufrimiento al que se vieron sometidas sus generaciones precedentes.
Escribo estas líneas cuando todavía me embargan las sensaciones producidas por reciente visita a dos cavidades: una, la Cueva de los Letreros, en Vélez Blanco, que conserva, pese a los expolios y barbarie, hermosas pinturas neolíticas; otra, la cueva de Fuentemolinos, en Puras de Villafranca, un río subterráneo que discurre por un cauce espectacular que alcanza dimensiones catedralicias, magnífica y profusamente decorado con bellas formaciones por Mamy Gaia. Este planeta es demasiado hermoso para perder lo mejor de nuestra breve existencia fabricando y consumiendo furgonetas.
... más listos que nosotros como de aquí a Lima, no conocían la TV pero conocían la "pipa de la paz" o un similar..."